Guiones teatro

En la asignatura de Didáctica del Teatro (último período del 2010), cursada por los estudiantes de tercer semestre de Español y Literatura, hubo un espacio para la creación de guiones teatrales. Este ejercicio guiado por el profesor Rubiel Medina Quintero se encaminó hacia la investigación de situaciones reales en contextos diferentes a los habituales de los estudiantes y a su correspondiente recreación. Es lo que se denominó "Representación de mundos". En equipos de cinco integrantes deberían investigar un contexto específico, el que escogieran, a través de entrevistas, grabaciones o apuntes que dieran cuenta de la observación de campo y del comportamiento de las personas, con el fin de tejer una historia coherente y ficcional que uniera las situaciones que observaron en cada uno de los mundos escogidos con sus miembros participantes.
Los mundos que resultaron estudiados en esta propuesta de aula fueron: Los ancianos, la magia negra, la cárcel y los problemas que circulan en la periferia de una violación.

A continuación se les presentará un fragmento del guión de uno de los equipos participantes:


LAZOS DE SANGRE
Por: José Rodolfo Rivera
Tercer semestre- Español y Literatura

                                                                       El hombre está en todas partes; por todas
                                                                       partes sus gritos, su dolor y sus amenazas.
                                                                                                                    Albert Camus


                                                                                                          
ELENCO:

Martha Liliana Gómez: Virgilia, madre de Loreta
Diana Carolina Raigosa: Loreta
Johan Ernesto Rangel: Padre Miltón
José Rodolfo Rivera: Camargo, el violador
Edwin Alonso Vargas: Vladimiro, padre de Loreta.
ACTO I

Lugar desconocido. Al fondo sobresale un gran espejo. Virgilia abraza a su hija Loreta, ambas están sentadas en el suelo. Loreta está sangrando en su entrepierna.

Virgilia: Loreta, mi Loreta… no tienes que decir nada, si no quieres.
Loreta: Tengo qué hablar mamá. Sabes que nunca me gustó el silencio. Nunca me gustó pensar mucho. Y es que el asco… Tengo que sacarlo así sea con palabras.
Virgilia: Si eso te hace sentir mejor.
Loreta: No me hace sentir mejor. Sólo menos peor, con menos asco…
Virgilia: Pero si no tienes nada de qué avergonzarte…
Loreta: Pude verle muy bien la cara mamá. Sé que nunca la voy a olvidar. Además, no debo. Sería tanto como olvidar lo que me hizo…
Virgilia: No te atormentes de esa manera, Loreta.
Loreta: Es más, creo que mi cara se la llevó él. Yo me quedé con la suya. Es lo que veo cuando me miro en el espejo, siempre.
Virgilia: Pero, qué dices…
Loreta: Y había muchas otras caras, pero sólo vi la suya. Su cara era el miedo, mi miedo.
Loreta se pone de pie y se para frente al espejo, Virgilia la sigue y se hace detrás de ella.
Loreta: Y cómo sonreía, mamá, mientras yo sentía algo como atravesado en el pecho. Algo como la vergüenza.
Virgilia: Veo mucho odio en tu mirada. Eso me asusta Loreta.
Loreta: Intenté partirme la lengua. Me la mordí hasta sentirla como entumida, mamá. Pero ni siquiera ese gusto me dio, porque en seguida me puso un trapo en la boca. Por allá muy lejos, alcancé a escuchar que me decía: tráguese mi bóxer malparida.
Virgilia: Ya no más, Loreta, por favor…
Loreta: Si me prohibieras hablar más, mamá, serías como él, que ni siquiera me dejó gritar…
Virgilia: Qué te hicieron mi niña, qué te hicieron…
Loreta: También me dijo que con gusto me arrancaría la lengua, si era eso lo que quería. Ahí fue cuando se vino dentro de mí. Fue tanto su éxtasis que me golpeó en la cara. Lo último que pude sentir fue que me mordían un seno…
Virgilia:   Qué podría yo responderte, Loreta. Nadie puede respondernos. No existen respuestas para las preguntas, no somos más que interrogantes en el mundo. Vamos mejor a lavarte esa sangre, a ver si logramos borrarla…
Loreta: No te estoy pidiendo respuestas mamá, sólo te estoy pidiendo un poco de dolor. Tampoco quiero que llores. Mi llanto sólo pide ser contemplado, nada más…
Virgilia: Dime que lo odias, Loreta, dime que quisieras verlo muerto.
Loreta: Lo odio tanto como a mí… y en cuanto a verlo muerto, de eso ya se encargará mi padre…



ACTO II

El mismo lugar desconocido. Al fondo sobresale un altar. Vladimiro y el padre Milton están sentados, mirándose de frente.
Vladimiro: Ya no hay nada que hacer, padre, ya lo maté.
Padre Milton: No me diga que manchó sus manos de pecado, Vladimiro.
Vladimiro: Ay padre, todos estamos manchados de pecado, yo sólo apreté el gatillo.
Padre Milton: Y viene  a ver si el señor lo absuelve…
Vladimiro: Más bien vengo a compartirle mi culpa, para no tener que suicidarme.
Padre Milton: Y porque no esperó en la justicia…
Vladimiro: Ay padre, Jesús murió en la cruz esperando que su padre le ayudara.
Padre Milton: Jesús vive aun en la cruz esperando nuestro arrepentimiento…
Vladimiro: Pues yo no estoy arrepentido de haberlo matado, solo vine a compartirle mi proeza.
Padre Milton: ¿Se enorgullece de lo que hizo, Vladimiro?
Vladimiro: La verdad padre, es que en el momento en que disparé, me sentí más grande. No sé si más feliz o más desgraciado, sólo me sentí más grande.
Padre Milton: Ay hijo, eso que sientes no es más que la miel de la venganza que se derrama en tu corazón como un voraz veneno.
Vladimiro: Yo lo que siento ahora en mi corazón es tranquilidad, mi conciencia es la que me hace hablar como un cobarde.
Padre Milton: Tu corazón está tranquilo porque tomó una decisión, pero eso no quiere decir que esté en paz. Y tu conciencia Vladimiro, por ella es por quien debemos rezar…
Vladimiro: Yo lo único que sé padre, es que mi hija ya podrá dormir un poco más tranquila…
Padre Milton: Y tu, Vladimiro, cómo dormirás esta noche y las que siguen?
Vladimiro: Tal vez tenga pesadillas, pero no me arrepentimiento porque sé que hice justicia.
Padre Milton: No Vladimiro, tu sólo crees que la hiciste.
Vladimiro: Así como ustedes creen que salvarán al mundo.
Padre Milton: Ay hijo, donde está tu fe…
Vladimiro: Mi fe era como una semilla a la que le crecían espinas todos los días. Hoy me liberé de ella. La dejé incrustada en el cráneo de ese malnacido.
Padre Milton: Sólo me queda rezar por ti, Vladimiro.
Vladimiro: Si padre, y a mí sólo me queda ir y abrazar a mi hija y decirle que hoy maté parte de su miedo, aunque no pueda nunca borrarlo de su cara.
El padre Milton se pone de pie y reza en susurro frente al altar, mientras que Vladimiro se pone de rodillas, se persigna tres veces, y se marcha.


El resto del guión, posiblemente, saldrá publicado en la revista Polilla del Programa de Español y Literatura.